El Siglo del Espíritu: De la Calle Azusa al Pentecostalismo Global
Estimada comunidad de Ciencia Bíblica, iniciamos hoy un nuevo y fascinante capítulo en nuestra exploración de los fenómenos carismáticos. Dejamos atrás el mundo antiguo y nos adentramos en el turbulento siglo XX para analizar el surgimiento de una de las fuerzas más dinámicas y transformadoras del cristianismo moderno: el pentecostalismo.
La historia de este movimiento está dominada por una poderosa narrativa fundacional: el avivamiento de la Calle Azusa en Los Ángeles (1906-1909, con su punto álgido entre 1906 y 1908), un evento a menudo descrito en la historiografía popular como el ‘big bang’ del pentecostalismo global, aunque la investigación académica actual matiza esta visión. En diálogo con la erudición de historiadores como Cecil M. Robeck, Allan Anderson y el sociólogo Harvey Cox, analizaremos cómo la glosolalia se consolidó como el marcador identitario de estas nuevas comunidades —un proceso cuya centralidad se formalizaría teológicamente en las denominaciones posteriores como las Asambleas de Dios— en una red global y policéntrica. Veremos que la narrativa de Azusa fue, en parte, construida retrospectivamente, especialmente a través de cronistas como Frank Bartleman, cuyo relato Azusa Street (1925), teñido de su propia visión escatológica, es leído hoy críticamente por los historiadores como un texto que no solo documentó los eventos, sino que ayudó a forjar un mito fundacional. Con este artículo, damos un salto desde el mundo antiguo, cuyas
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Para ayudarnos a visualizar la complejidad de este fenómeno a lo largo del siglo, he preparado una tabla sinóptica que resume las etapas, los movimientos y las tensiones clave que abordaremos en nuestro estudio.
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Tabla sinóptica que resume la expansión del fenómeno de hablar en lenguas en el siglo XX, desde los avivamientos tempranos hasta su consolidación en el cristianismo global. |
El Laboratorio Contracultural de la Calle Azusa
El avivamiento liderado por el predicador afroamericano William J. Seymour en una humilde misión metodista en la Calle Azusa es paradigmático por su radicalidad socio-religiosa. Como documenta exhaustivamente Cecil M. Robeck, Azusa funcionó brevemente como un espacio contracultural donde las rígidas barreras raciales y de género de la época se disolvieron temporalmente bajo la intensidad de la experiencia religiosa. Fue lo que el sociólogo Harvey Cox describió memorablemente como una "epifanía del Espíritu democrático".
Para entender la potencia de Azusa, debemos analizar los factores contextuales que la hicieron posible. Primero, su profundo anclaje en la marginalidad social. El avivamiento atrajo a los desposeídos de la sociedad: afroamericanos descendientes de esclavos, inmigrantes latinos y trabajadores europeos pobres. Para ellos, la experiencia directa y tangible del Espíritu no era una mera doctrina, sino una forma de empoderamiento y validación divina en un mundo que les negaba la dignidad.
Segundo, surgió en medio de una crisis teológica. A principios del siglo XX, el protestantismo norteamericano estaba polarizado entre el modernismo liberal de las élites académicas y la reacción defensiva del fundamentalismo. Azusa ofreció lo que la historiografía posterior ha interpretado como una "tercera vía": una espiritualidad performativa, corporal y afectiva que rechazaba tanto el racionalismo modernista como el rígido dogmatismo fundamentalista.
Finalmente, todo se enmarcó en una intensa expectativa milenarista. El avivamiento heredó del movimiento de santidad del siglo XIX la teología de la "lluvia tardía", una interpretación escatológica que entendía la restauración de los dones apostólicos, como la glosolalia, como la señal inminente del fin de los tiempos y la segunda venida de Cristo. Sin embargo, es crucial señalar que la utopía interracial de Azusa, aunque real en sus inicios, se desvaneció rápidamente bajo las presiones sociales y eclesiales de la época. Como documentan historiadoras como Cheryl J. Sanders y Estrelda Alexander, la segregación racial volvió a imponerse en la mayoría de las nuevas denominaciones pentecostales en la década de 1910, y el liderazgo femenino, aunque presente, fue a menudo limitado y encuadrado por estructuras inherentemente patriarcales.
Orígenes Policéntricos: La Eclosión Global del Fenómeno
Si bien la Calle Azusa fue un epicentro de una intensidad innegable, uno de los avances más importantes de la historiografía reciente ha sido romper con el paradigma que la presenta como la única fuente del pentecostalismo. La investigación del historiador Allan Anderson ha sido decisiva para proponer un modelo de "policentrismo", demostrando que a principios del siglo XX surgieron avivamientos carismáticos de forma paralela en diferentes partes del mundo, a menudo sin contacto directo inicial entre ellos.
Esta perspectiva nos obliga a re-dibujar el mapa de los orígenes del movimiento. Mucho antes de Azusa, el avivamiento de Gales (1904-1905), aunque no fue pentecostal en sentido estricto, creó un clima de fervor espiritual que no solo impactó a Gran Bretaña, sino que también influyó directamente en futuros líderes que abrazarían la glosolalia, como fue el caso de T.B. Barratt, quien visitó Gales antes de su propia experiencia pentecostal.
De manera aún más sorprendente, en la India, entre 1905 y 1907, en el orfanato de Pandita Ramabai en Mukti, se reportaron experiencias de glosolalia. La cronología, como señalan Anderson y otros historiadores como Gary B. McGee, sugiere un desarrollo independiente, aunque posteriormente hubo contacto e intercambio de testimonios con el movimiento global. Esto demuestra que la búsqueda de una espiritualidad experiencial y carismática respondía a dinámicas globales, no a una invención exclusiva del contexto norteamericano.
En América Latina, el caso de Chile es paradigmático. El avivamiento de 1909, que comenzó en la Iglesia Metodista Episcopal de Valparaíso bajo el liderazgo de Willis Hoover, dio origen a un pentecostalismo popular y autónomo. La separación formal que dio origen a la Iglesia Metodista Pentecostal ocurrió entre 1910 y 1911, reforzando la idea de una autonomía temprana y una notable capacidad de inculturación.
Al mismo tiempo, figuras como T.B. Barratt, reconocido como el “apóstol del pentecostalismo europeo”, se convirtieron en nodos clave para la difusión del movimiento en Escandinavia y Alemania. Por su parte, Ivan Voronaev introdujo el pentecostalismo en Ucrania y Rusia en la década de 1920, aunque su labor se vio trágicamente interrumpida por la represión soviética. Cada uno de ellos fue reinterpretando y adaptando el mensaje a las realidades sociales, políticas y religiosas de sus respectivos contextos. De igual manera, la obra canónica de Ogbu Kalu documenta cómo en África Occidental y Central, movimientos proféticos locales precedieron o interactuaron de forma bidireccional con el pentecostalismo misionero.
Esta perspectiva policéntrica no le resta importancia a la Calle Azusa. Al contrario, la resitúa: Azusa no fue la única fuente, sino el "hub" o centro de intercambio de testimonios, publicaciones y misioneros más efectivo, que ayudó a tejer estas diversas corrientes en una identidad global cohesionada, pero cuyas raíces estaban, de hecho, extendidas por todo el planeta.
Del Éxtasis a la Estructura: La Institucionalización del Carisma
El éxito explosivo de los avivamientos tempranos generó una paradoja que ha marcado a muchos movimientos religiosos a lo largo de la historia: la necesidad de organizar un movimiento que, en su esencia, era anti-institucional. Esta necesidad de organización llevó a la formación de denominaciones, un proceso de institucionalización del carisma que encuentra un fascinante paralelo histórico en la
Un factor clave en esta transición fue el rol de las misiones. Inicialmente, sobre todo entre 1906 y 1908, la glosolalia fue a menudo interpretada como xenoglosia, replicando así el "modelo lucano" que observamos en la
Para aterrizar esta información, lo organizaré de esta manera:
En el Pentecostalismo temprano (1901–1910 aprox.)
Al inicio (Topeka, Kansas y Azusa Street):
La experiencia fue interpretada como xenoglosia: hablar idiomas humanos para evangelizar a las naciones.
Había testimonios de “chinos”, “japoneses” o “lenguas africanas” supuestamente reconocidas, aunque la evidencia lingüística posterior mostró que eran ininteligibles.
Cuando se vio el fracaso en el campo misionero (no funcionaban como idiomas humanos):
Se reinterpretó la práctica apelando a categorías neotestamentarias:
“lenguas angélicas” (1 Cor 13:1).
“orar en el espíritu” (1 Cor 14).
Esto permitió mantener la legitimidad bíblica de la experiencia, incluso si no cumplía el ideal misionero inicial.
A pesar de ello, el impulso misionero inicial fue tan fuerte que impulsó el envío de cientos de misioneros y, de forma casi inevitable, la creación de agencias, redes de apoyo y estructuras administrativas para sostenerlos.
Esta necesidad de organización llevó a la formación de denominaciones. La fluidez inicial dio paso a estructuras formales como las Asambleas de Dios (1914). Sin embargo, la historiografía crítica ha demostrado que la segregación racial fue parte del proceso fundacional, no un subproducto posterior. De hecho, la separación se dio antes de 1914, cuando ministros blancos abandonaron la Iglesia de Dios en Cristo (COGIC), liderada por el afroamericano Charles H. Mason, para formar sus propias estructuras, reproduciendo las divisiones raciales imperantes en la sociedad estadounidense de la época. A pesar de ello, la COGIC creció hasta convertirse en la mayor denominación pentecostal de Estados Unidos, con una inmensa influencia doctrinal y litúrgica.
Asimismo, surgieron profundas tensiones de género. Aunque el avivamiento inicial ofreció espacios sin precedentes para mujeres como la icónica Aimee Semple McPherson —quien fundaría su propia y mediática denominación, la Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular—, la posterior institucionalización tendió a reforzar roles patriarcales. Es crucial matizar, sin embargo, que este proceso no fue homogéneo. Como han explorado teólogas e historiadoras como Cheryl Bridges Johns y Estrelda Alexander, aunque muchas mujeres fueron relegadas en las estructuras denominacionales, en contextos misioneros y en iglesias independientes mantuvieron roles de liderazgo significativos, mostrando la complejidad de un debate que sigue vivo en el pentecostalismo contemporáneo.
Las "Otras Olas": El Movimiento Carismático y su Expansión Social
A partir de la década de 1960, la glosolalia y la espiritualidad carismática comenzaron a trascender las fronteras del pentecostalismo clásico, dando lugar a lo que la historiografía anglosajona denominaría posteriormente la "segunda ola" o el Movimiento Carismático. Es crucial entender que este término es una construcción analítica, no un autodescriptor de los protagonistas, que simplemente se veían a sí mismos como renovados por el Espíritu. Este nuevo capítulo se caracterizó por dos dinámicas paralelas que cambiarían para siempre el mapa del cristianismo global.
Por un lado, vimos una sorprendente renovación intra-eclesial. La práctica de los dones espirituales comenzó a extenderse dentro de las iglesias históricas. En el ámbito protestante, la figura del rector episcopal Dennis Bennett, quien en 1960 compartió su experiencia con la glosolalia en su parroquia de Van Nuys, es considerado un precursor clave. Sin embargo, el evento más emblemático tuvo lugar en el catolicismo: durante el fin de semana del 17 al 19 de febrero de 1967 en la Universidad de Duquesne, un grupo de unos 30 estudiantes y profesores vivió una intensa experiencia carismática que interpretaron como el "Bautismo en el Espíritu Santo". La noticia se difundió rápidamente a las universidades de Notre Dame y Michigan State, catalizando la expansión de la Renovación Carismática Católica.
Por otro lado, surgieron nuevos movimientos independientes sin la adhesión estricta a las formulaciones doctrinales y estructuras denominacionales del pentecostalismo clásico. En el Reino Unido, por ejemplo, el movimiento de iglesias en casas (House Churches), liderado por figuras como Gerald Coates y Terry Virgo, se nutrió de influencias carismáticas y restauracionistas para crear redes dinámicas que más tarde se conocerían como el "British New Church Movement".
Crucialmente, como han documentado sociólogos como Margaret Poloma, esta segunda ola provocó un cambio en el perfil socioeconómico del fenómeno, especialmente en contextos occidentales. Mientras que el pentecostalismo de la primera ola fue mayoritariamente un movimiento de las clases populares, el carismatismo atrajo de forma masiva a las clases medias y altas. Esta transformación no solo le dio una nueva respetabilidad social, sino que también alteró sus formas de expresión y su relación con la cultura secular, preparando el terreno para la expansión global de la espiritualidad carismática en las décadas posteriores.
Conclusión: Plasticidad Cultural y el Cristianismo del Sur Global
Llegamos así al final de nuestro recorrido por el siglo XX, un período que transformó radicalmente el mapa del cristianismo global. El surgimiento y la expansión de la glosolalia, y de los movimientos pentecostales y carismáticos que la portaron como estandarte, representan una de las transformaciones más significativas del cristianismo moderno. Su éxito explosivo se debió, en gran medida, a su capacidad para llenar un espacio de búsqueda religiosa que las formas institucionales y racionalizadas de la fe, tanto protestantes como católicas, no lograban satisfacer. Estas ofrecían a menudo un cristianismo doctrinalmente denso pero experiencialmente distante, dejando un anhelo de encuentro directo con lo divino. El pentecostalismo irrumpió en ese vacío, ofreciendo una fe eminentemente experiencial y un sentido de empoderamiento divino que resonó con una fuerza particular entre los sectores marginados por la modernidad industrial y las rígidas jerarquías sociales. Este "empoderamiento" no era una idea abstracta, sino una realidad vivida: la creencia en la sanidad divina frente a la falta de acceso a la medicina, la profecía como guía en la incertidumbre económica y la glosolalia como la prueba tangible de que Dios les había concedido una voz y una dignidad que el mundo les negaba.
La historia del pentecostalismo es, en esencia, la crónica de una paradoja fundamental: cómo un movimiento nacido del éxtasis anti-institucional se convirtió en una red global de instituciones. Esta transición, lejos de ser una traición al impulso original, fue una necesidad pragmática para la supervivencia y expansión del movimiento. La espontaneidad carismática inicial tuvo que ser canalizada a través de la creación de escuelas bíblicas para formar pastores, agencias misioneras para coordinar la expansión y, crucialmente, la formulación de credos para establecer fronteras doctrinales. Este proceso inevitablemente preparó el terreno para la llamada "tercera ola" neocarismática. Este término fue popularizado en los años 80 por el misiólogo C. Peter Wagner, en diálogo con figuras como John Wimber y el movimiento Vineyard, para describir a grupos que, sin autodefinirse como pentecostales o carismáticos, se abrían a los "signos y maravillas" dentro de un marco evangélico más amplio. Aunque no todas las corrientes de esta ola adoptaron teologías como la de la prosperidad o la guerra espiritual —más marcadas en redes como la Nueva Reforma Apostólica—, sí representó una nueva fase en la evolución y diversificación de la institucionalización del carisma.
En última instancia, la glosolalia se convirtió en una de las banderas de lo que el historiador Philip Jenkins ha denominado el "cristianismo del sur global", siendo el motor principal del desplazamiento del centro de gravedad demográfico del cristianismo desde Europa y Norteamérica hacia África, Asia y América Latina. Su éxito en estos contextos radica en una enorme plasticidad cultural. Este concepto, anclado en la antropología de la globalización de autores como Ulf Hannerz y Clifford Geertz, se refiere a la capacidad de las prácticas culturales para adaptarse y resignificarse en contextos transnacionales, algo que en el caso pentecostal se observa tanto en la liturgia como en la teología práctica. En África, por ejemplo, como han documentado eruditos como Ogbu Kalu y Kwabena Asamoah-Gyadu, la reinterpretación de las cosmologías tradicionales no fue solo un "puente" cultural, sino un motor de creatividad teológica local, reinterpretando las categorías de los espíritus ancestrales a través del marco bíblico del Espíritu Santo y la lucha contra los demonios. En América Latina, la movilidad social ofrecida por el pentecostalismo no fue siempre directamente económica, sino también simbólica y relacional, proveyendo acceso a redes de apoyo, oportunidades de liderazgo y un valioso capital social, demostrando la asombrosa capacidad de este movimiento para remodelar el paisaje religioso contemporáneo.
Con este análisis del siglo XX cerramos un arco temático fundamental. Para aquellos que deseen comprender el fenómeno desde una perspectiva más amplia, les invito a revisitar el punto de partida de nuestra serie: la
Lecturas Recomendadas para Profundizar
Para aquellos que deseen explorar con mayor profundidad la fascinante y compleja historia del pentecostalismo moderno, les recomiendo sinceramente algunas obras que son puntos de referencia ineludibles en este campo de estudio:
Anderson, Allan H. (2013). An Introduction to Pentecostalism: Global Charismatic Christianity. Cambridge University Press. Considerado el manual académico más completo y actualizado sobre el tema. La fortaleza de Anderson es su enfoque global y su argumento a favor de los "orígenes policéntricos", una perspectiva que hemos seguido de cerca en este artículo.
Robeck, Jr., Cecil M. (2006). The Azusa Street Mission and Revival: The Birth of the Global Pentecostal Movement. Nelson Reference & Electronic. La obra definitiva sobre el avivamiento de la Calle Azusa. Robeck ofrece una investigación meticulosa que desmitifica y, al mismo tiempo, valora la importancia histórica de este evento crucial.
Cox, Harvey. (1995). Fire from Heaven: The Rise of Pentecostal Spirituality and the Reshaping of Religion in the Twenty-First Century. Da Capo Press. Un clásico desde la sociología de la religión. Cox analiza el pentecostalismo como una forma de "religión primordial" que responde a las crisis de la modernidad, ofreciendo una perspectiva provocadora y sumamente influyente.
Jenkins, Philip. (2011). The Next Christendom: The Coming of Global Christianity. Oxford University Press. Aunque no es un libro exclusivamente sobre pentecostalismo, es fundamental para entender el contexto demográfico y cultural de su expansión, especialmente su rol protagónico en el "cristianismo del sur global".
Espero que estas pistas les sean de utilidad en su propio camino de estudio. Recuerden que la investigación seria es un diálogo constante con las fuentes y con otros investigadores.
Agradezco de corazón su tiempo y su confianza al acompañarme en este recorrido por la historia del siglo XX, un análisis que nos ha permitido comprender mejor una de las fuerzas religiosas más vibrantes de nuestro tiempo. Recuerden que no exploran estas complejidades en un espacio huérfano; mi compromiso como investigador es constante. Si desean saber más sobre mi proyecto general y mi trayectoria, pueden visitar la sección Quién Soy. Sus comentarios, dudas o aportes son, como siempre, el alma de esta comunidad. ¡Sigamos descubriendo juntos!
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