¿Qué Dice la Ciencia sobre Hablar en Lenguas? Analizando Mente, Cerebro y Sociedad

Estimada comunidad de Ciencia Bíblica, llegamos a la sexta entrega y, en muchos sentidos, a uno de los capítulos más desafiantes de nuestra serie sobre la glosolalia. Después de haber recorrido su historia, su función en la Iglesia primitiva y su expansión en el siglo XX, cambiamos ahora radicalmente de lente. Dejamos el campo de la historia y la teología para adentrarnos en el de las ciencias sociales y naturales y abordar una pregunta fundamental: ¿Cómo han intentado explicar este enigmático fenómeno?

A partir del siglo XX, y con una intensidad creciente desde mediados de siglo, el "hablar en lenguas" dejó de ser un objeto de estudio exclusivo de la teología para convertirse en un fascinante caso de análisis para la psicología, la neurociencia, la sociología y la antropología. En esta nueva entrega, trazaremos un mapa de estas investigaciones, mostrando cómo cada disciplina ha aportado una pieza clave al rompecabezas. Argumentaremos que la glosolalia es un fenómeno biopsicosocial complejo que resiste cualquier explicación reduccionista, un enfoque respaldado hoy por estudios interdisciplinarios en psicología de la religión, neurociencia cognitiva y antropología ritual. Este tema se construye sobre nuestro análisis previo de El Siglo del Espíritu: De la Calle Azusa al Pentecostalismo Global.

Índice de Contenidos

    Para navegar este complejo panorama interdisciplinar, he preparado una tabla técnica que resume los hallazgos y las contribuciones de cada campo científico que exploraremos a continuación.

    Tabla técnica de la glosolalia en ciencias sociales y naturales. Explicación ofrecida por el profesor Yamid Jurado director de Ciencia Bíblica.
    Tabla técnica que resume los hallazgos de las ciencias sociales y naturales en el estudio de la glosolalia.

    La Psicología del Don: De la Patología a la Normalidad

    Los primeros intentos de analizar la glosolalia desde la psicología oscilaron entre dos polos. Esta polarización fue especialmente marcada en la psicología clínica de orientación freudiana, que tendía a interpretarla como un síntoma de histeria o regresión psicológica. En el otro extremo, corrientes como la psicología humanista ofrecieron marcos más integradores, viéndola como una expresión intensa, aunque inusual, de la religiosidad.

    Fue el filósofo y psicólogo William James quien, en su obra monumental Las variedades de la experiencia religiosa (1902), sentó las bases para un estudio no patologizante. Aunque no analizó la glosolalia directamente, su enfoque en la experiencia religiosa como un fenómeno legítimo de estudio psicológico, vinculado a la "mente subconsciente" en contextos de fervor, abrió la puerta a generaciones posteriores de investigadores para analizar estas prácticas fuera de un marco puramente clínico.

    Sin embargo, el punto de inflexión llegó a mediados del siglo XX con los estudios clínicos de psiquiatras y psicólogos como John P. Kildahl. Su investigación, publicada en la obra canónica The Psychology of Speaking in Tongues (1972) y realizada con muestras de iglesias pentecostales en Estados Unidos, fue decisiva. Tras extensas pruebas y entrevistas, Kildahl concluyó que los practicantes de la glosolalia no presentaban mayores índices de trastornos mentales que la población general. Su trabajo pionero desmanteló el prejuicio de que se trataba de una manifestación de enfermedad mental, aunque ha sido complementado por investigaciones posteriores. No obstante, sí identificó patrones psicológicos recurrentes: la experiencia suele ser precedida por un período de crisis o estrés personal, y es facilitada de manera crucial por la relación con una figura de autoridad que modela y legitima la práctica, una dinámica que recuerda a la necesidad de regulación pastoral que Pablo ejerció en las primeras comunidades..

    Paralelamente, la antropóloga y lingüista Felicitas Goodman aportó un análisis riguroso desde la psicolingüística. A través de estudios fonéticos basados en espectrogramas y transcripciones de grabaciones de diferentes culturas, concluyó que la glosolalia no cumple con los criterios de un lenguaje natural en términos de sintaxis, semántica y pragmática. Su investigación reveló, en cambio, la presencia de patrones rítmicos y fonéticos simplificados y repetitivos. Curiosamente, estos patrones mostraban notables similitudes transculturales, aunque con matices de la lengua materna del hablante. Esto la llevó a proponer, en diálogo con estudios sobre estados alterados de conciencia, la hipótesis de un sustrato neurofisiológico común para el estado de "trance" que subyace al fenómeno, una dimensión que investigaciones posteriores en neuroimagen han comenzado a explorar con mayor profundidad.

    Neurociencia del Éxtasis: Un Vistazo al Cerebro que Habla en Lenguas

    Si la psicología nos ayudó a despatologizar la glosolalia, los avances en neuroimagen en las últimas décadas nos han permitido abrir una ventana sin precedentes a lo que ocurre en el cerebro durante esta práctica. El trabajo pionero en este campo es, sin duda, el del Dr. Andrew Newberg, un neurocientífico de la Universidad Thomas Jefferson. Su estudio preliminar, publicado en la revista revisada por pares Psychiatry Research: Neuroimaging (2006) y realizado con una muestra reducida, sentó las bases para entender los correlatos cerebrales del fenómeno.

    Utilizando una técnica llamada tomografía por emisión de fotón único (SPECT), que tiene buena resolución espacial para medir el flujo sanguíneo pero una limitada resolución temporal en comparación con técnicas como el fMRI, Newberg y su equipo escanearon los cerebros de practicantes mientras hablaban en lenguas. Los hallazgos revelaron un patrón neurológico distintivo:

    • Disminución de la Actividad en los Centros de Control Ejecutivo: La observación más significativa fue una marcada reducción del flujo sanguíneo en la corteza prefrontal dorsolateral, el área del cerebro asociada con las funciones ejecutivas como la voluntad y el control deliberado. También se reportó una disminución en el núcleo caudado izquierdo, implicado en el control motor y emocional. Esta evidencia neurofisiológica se correlaciona de manera asombrosa con los testimonios subjetivos de los participantes, quienes consistentemente reportan una disociación entre el control voluntario y la producción vocal.

    • Cambios en los Patrones de Percepción y Lenguaje: Aunque el estudio no reportó una disminución directa en centros clave del lenguaje como el área de Wernicke, sí observó que no se producía la activación típica en áreas asociadas con la producción lingüística semántica. Esto sugiere que el cerebro no está construyendo lenguaje con significado de la manera habitual. Además, se detectaron alteraciones en el lóbulo parietal superior, una región implicada en la percepción del yo y la orientación espacial, lo que podría explicar la sensación de trascendencia o pérdida de los límites corporales que a menudo describen los practicantes.

    En conjunto, estos hallazgos sugieren que la glosolalia no es un acto de simulación consciente. Más bien, parece ser un estado neurocognitivo genuino en el que el control ejecutivo del lenguaje se cede temporalmente, permitiendo que emerja un tipo de vocalización no semántica y ritualizada.

    Es fundamental, sin embargo, contextualizar estos influyentes resultados. La propia comunidad científica señala que la investigación neurocientífica sobre la glosolalia aún está en una fase exploratoria. Estudios posteriores han intentado replicar o expandir estos hallazgos con otras técnicas como fMRI y EEG, pero aún no existe un consenso amplio ni una teoría unificada sobre los mecanismos cerebrales precisos implicados. Por tanto, aunque estos resultados son profundamente reveladores, representan los primeros pasos en un campo de investigación que promete seguir desvelando la compleja interacción entre el cerebro, la creencia y la experiencia extática.

    La Función Sociológica: Lo que el Don Hace en la Comunidad

    Si la neurociencia nos muestra lo que ocurre dentro del cerebro, la sociología de la religión nos plantea una pregunta diferente y fundamental: ¿qué hace la glosolalia en una comunidad? Este enfoque, enmarcado en la sociología funcionalista y simbólica de la religión, no emite juicios sobre la veracidad doctrinal del fenómeno, sino que estudia los efectos sociales de esta práctica ritual. Es decir, ¿qué trabajo realiza en la construcción y el mantenimiento del grupo?

    Desde esta perspectiva, la socióloga Margaret Poloma, en sus estudios empíricos con comunidades pentecostales en Estados Unidos, ha analizado cómo la glosolalia funciona como un poderoso marcador de identidad y cohesión. La analogía de un "uniforme" o un "lenguaje secreto" es útil: es una práctica que distingue visible y audiblemente a los miembros del grupo. En la antropología, estos se conocen como "señales de frontera" (boundary markers), rituales que delimitan simbólicamente al grupo frente a su entorno. La experiencia compartida de este éxtasis colectivo crea lazos emocionales profundos, un fenómeno que el sociólogo clásico Émile Durkheim, en su obra Las formas elementales de la vida religiosa (1912), denominó "efervescencia colectiva". Para Durkheim, estos momentos de intensa energía emocional no solo refuerzan la cohesión, sino que también legitiman y reafirman el sistema de creencias del grupo.

    El sociólogo Harvey Cox, en su influyente obra Fuego del Cielo (1995), interpreta la glosolalia como una forma de empoderamiento y discurso pre-conceptual. La describe como una "rebelión contra la palabra", un desafío al racionalismo teológico que puede resultar alienante para personas sin formación académica. Para Cox, la glosolalia es una forma de democratización espiritual, un "lenguaje del corazón" accesible sin mediación doctrinal que permite la articulación de emociones profundas —gozo, dolor, angustia—, ofreciendo una poderosa catarsis.

    Finalmente, en un mundo globalizado, el antropólogo Simon Coleman, en sus estudios sobre comunidades carismáticas en Europa y África, ha mostrado cómo estas prácticas crean redes transnacionales que no solo conectan a los creyentes, sino que también tienden a estandarizar ciertos rituales como la glosolalia. Dentro de estas redes, la práctica puede funcionar como lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu denominó "capital simbólico". Este no es una "competencia" en sentido técnico, sino un reconocimiento social que se acumula y se convierte en autoridad dentro de un campo específico. En el campo religioso, este capital se traduce en legitimidad espiritual, capacidad de liderazgo y acceso a posiciones de influencia dentro de la comunidad.

    El Espectro Antropológico: El Trance como Patrón Humano Universal

    Finalmente, la antropología nos ofrece una lente comparativa crucial. Esta perspectiva, inscrita en la antropología simbólica y de la religión, estudia los estados alterados de conciencia como construcciones culturales con funciones sociales específicas. La disciplina sitúa la glosolalia dentro de un espectro mucho más amplio de prácticas de éxtasis que se encuentran en culturas de todo el mundo. La pregunta antropológica no es si la glosolalia es "real", sino cómo se compara con otros fenómenos humanos similares en su forma y función.

    La obra de la antropóloga Erika Bourguignon es fundamental en este campo. Basándose en el análisis empírico de más de 400 sociedades documentadas en los Human Relations Area Files, su trabajo comparativo es uno de los más exhaustivos. Aunque su tipología es compleja, distinguió dos modelos funcionales principales: el "trance de posesión", donde se cree que un espíritu externo actúa a través del individuo, y el "trance visionario", donde se cree que el alma del individuo viaja al mundo espiritual. La glosolalia cristiana se ubica en una "zona híbrida" que ha sido discutida por autores como la misma Bourguignon o Goodman. Fenomenológicamente, comparte rasgos con el trance de posesión (el practicante siente que es el Espíritu Santo quien habla a través de él), pero sin la disociación de identidad completa típica de las posesiones involuntarias. Es una experiencia buscada, valorada positivamente e inducida dentro de un marco ritual controlado.

    Otro aporte clave es el del antropólogo I.M. Lewis. En su influyente obra Ecstatic Religion (1971), argumentó que las religiones extáticas a menudo florecen entre grupos socialmente marginados. Para Lewis, el trance puede funcionar como una forma de agencia simbólica en contextos de subordinación. Distinguiendo entre "trance controlado" (propio de las élites) y "trance espontáneo" (más común en los márgenes), sugiere que este último permite a la persona marginada convertirse temporalmente en un vehículo de lo divino, una posición que le otorga una autoridad que de otro modo no tendría. Si bien su enfoque funcionalista ha recibido críticas, su análisis sobre la relación entre éxtasis y poder social sigue siendo una referencia indispensable.

    Al ampliar la mirada, encontramos sorprendentes paralelos transculturales. En el dhikr de algunas órdenes sufíes, la repetición rítmica de nombres divinos, aunque semánticos, puede inducir un estado de trance donde la vocalización pierde su carga conceptual en favor de la experiencia extática. En los rituales chamánicos, el "lenguaje espiritual" ha sido estudiado por autores como Michael Winkelman como una forma de semiótica ritual, un sistema de signos vocales con funciones pragmáticas dentro del rito, más que como un lenguaje natural. En los ritos de posesión espiritual afrocaribeños, como el Vudú o la Santería, el lenguaje del poseído puede incluir glosolalia, pero también frases en lenguas rituales (como el yoruba o el kreyòl), complicando la distinción entre lenguaje extático y lenguaje aprendido. Es crucial entender que, aunque las teologías son radicalmente diferentes, la estructura subyacente revela un patrón humano recurrente. Esta universalidad no reside en el contenido o significado, sino en la forma ritualizada de la vocalización extática como una respuesta humana en contextos religiosos intensos.

    Conclusión: Hacia una Comprensión Integral del Fenómeno

    Nuestro recorrido a través de las ciencias nos deja ante una conclusión ineludible: la glosolalia se resiste a cualquier marco explicativo único y reduccionista. Como demuestran los estudios interdisciplinarios, es un fenómeno que opera simultáneamente en niveles neurológicos, psicológicos, sociales y simbólicos. La psicología la despatologizó, moviéndola del campo de la histeria al de la experiencia religiosa normal. La neurociencia ha identificado correlatos cerebrales preliminares, sugiriendo un estado neurocognitivo genuino, aunque aún no existe una teoría unificada sobre los mecanismos implicados. La sociología nos ha mostrado su poderosa función como constructor de comunidad, y la antropología la ha situado en el vasto mapa de las experiencias humanas de trance.

    Una comprensión integral, por lo tanto, exige que evitemos los dos extremos del reduccionismo: no es una mera patología psicológica, pero tampoco es un fenómeno puramente espiritual desconectado de nuestra biología y cultura. Esta postura integradora está en línea con enfoques contemporáneos como la neurofenomenología, que busca tender puentes entre la experiencia subjetiva y los datos empíricos. En este sentido, una analogía interpretativa útil, aplicada por investigadores en contextos rituales, son los "estados de flujo" (flow states) del psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi. Aunque su trabajo no se centró en la religión, describió el "flujo" como un estado de concentración intensa, distorsión de la percepción del tiempo y pérdida de la autoconciencia, rasgos que guardan similitudes fenomenológicas con el trance glosolálico. Esto sugiere que la glosolalia toca una capacidad humana fundamental para trascender el yo a través de prácticas corporales y vocales intensas.

    La glosolalia emerge, entonces, en la intersección de tres realidades humanas, una síntesis legitimada por los trabajos de los investigadores que hemos analizado: la capacidad neurobiológica para el trance, explorada por Andrew Newberg; la necesidad psicológica de expresión y catarsis, despatologizada por John Kildahl; y la función social del ritual, contextualizada por la antropóloga Felicitas Goodman.

    Demuestra, de manera contundente, el poder de la creencia y la práctica colectiva para moldear la conciencia, una idea relacionada con la noción de "constructivismo ritual" en sociología, donde la práctica repetida genera marcos de significado compartido. En suma, la glosolalia nos revela que la frontera entre lo biológico, lo psicológico y lo social no es un límite rígido. Como reconocen campos como la antropología médica o la neurociencia social, es un espacio poroso y fértil de creación ritual, donde las prácticas afectan simultáneamente cuerpo, mente y entorno, y donde el lenguaje mismo se reinventa para expresar lo inefable.

    Lecturas Recomendadas para Profundizar

    Para aquellos que deseen revisitar el marco conceptual con el que iniciamos este viaje, les invito a volver a nuestra Introducción Transcultural y Científica al Hablar en Lenguas.

    Para quienes deseen explorar con mayor profundidad la fascinante intersección entre la ciencia y los fenómenos religiosos como la glosolalia, les recomiendo sinceramente algunas de las obras de referencia más importantes en este campo:

    • Newberg, Andrew, D'Aquili, Eugene y Rause, Vince. (2001). Why God Won't Go Away: Brain Science and the Biology of Belief. Una obra fundamental y accesible que introduce el campo de la neuroteología, explicando cómo los rituales y las experiencias espirituales afectan al cerebro. Es el punto de partida ideal para entender los estudios de SPECT.

    • Kildahl, John P. (1972). The Psychology of Speaking in Tongues. El estudio clásico que marcó un antes y un después en la despatologización de la glosolalia. Aunque tiene varias décadas, su análisis clínico y sus conclusiones sobre la normalidad psicológica de los practicantes siguen siendo una referencia obligada.

    • Goodman, Felicitas D. (1972). Speaking in Tongues: A Cross-Cultural Study of Glossolalia. Un trabajo pionero desde la antropología lingüística que analiza la glosolalia no como un lenguaje, sino como un comportamiento vocal rítmico con patrones transculturales, vinculándolo a estados de trance.

    • Lewis, I. M. (1971). Ecstatic Religion: A Study of Shamanism and Spirit Possession. Una obra maestra de la antropología que sitúa la glosolalia en el contexto más amplio de las religiones extáticas, ofreciendo un marco teórico para entender su función social, especialmente entre grupos marginados.

    • James, William. (1902). The Varieties of Religious Experience. Aunque no trata directamente la glosolalia pentecostal, este libro es el fundamento de toda la psicología de la religión. Su enfoque respetuoso y profundo sobre la experiencia mística y los estados alterados de conciencia sigue siendo imprescindible.

    Espero que estas pistas les sean de utilidad en su propio camino de estudio. Recuerden que la investigación seria es un diálogo constante con las fuentes y con otros investigadores.

    Agradezco de corazón su tiempo y su confianza al acompañarme en este análisis que nos ha llevado a la fascinante frontera entre la fe, la mente y el cerebro. Hemos utilizado las herramientas de diversas ciencias para iluminar un fenómeno complejo, aprendiendo en el proceso sobre la increíble plasticidad de la experiencia humana. Recuerden que no exploran estas complejidades en un espacio huérfano; mi compromiso como investigador es constante. Si desean saber más sobre mi proyecto general y mi trayectoria, pueden visitar la sección Quién Soy. Sus comentarios, dudas o aportes son, como siempre, el alma de esta comunidad. ¡Sigamos descubriendo juntos!

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