Belsasar en Daniel: ¿Error Cronológico o Clave Teológica Secreta?

Estimada comunidad de 'Ciencia Bíblica', en nuestro estudio de los textos bíblicos, a veces nos encontramos con detalles que, a primera vista, parecen errores o contradicciones. Lejos de ser problemas, estas aparentes "grietas" en el texto son a menudo las pistas más fascinantes que nos invitan a profundizar, a ponernos nuestros sombreros de detectives y a descubrir una capa de significado mucho más rica. Quizás uno de los casos más intrigantes de toda la Biblia Hebrea es el del rey Belsasar en el libro de Daniel.

La trama es digna de un misterio: en el capítulo 5 de Daniel, asistimos a la dramática caída de Babilonia. Vemos el famoso banquete, la misteriosa escritura en la pared y la muerte fulminante del rey Belsasar esa misma noche. El caso parece cerrado. Sin embargo, cuando avanzamos en la lectura, sucede algo desconcertante: en los capítulos 7 y 8, ¡Belsasar aparece vivo y reinando! ¿Cómo es posible? ¿Es un simple descuido del editor? ¿Un error de copia? Como vamos a descubrir juntos en este análisis, la respuesta es un rotundo no. Esta aparente dislocación cronológica es, en realidad, una de las claves maestras para desvelar la arquitectura secreta y el poderoso mensaje teológico del libro de Daniel. Les invito a que me acompañen en esta investigación, donde la historia, la literatura y la teología se entrelazan para resolver el enigma de este rey "fuera de lugar".

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Un Rey "Fuera de Lugar": El 'Error' Cronológico que Desconcierta a los Lectores de Daniel

La presencia del rey Belsasar (en hebreo, בֵּלְשַׁאצַּר, Bēlšaṣṣar) en los capítulos 7 y 8 del libro, después de que su muerte ha sido narrada en el capítulo 5, constituye una dislocación cronológica que ha sido el punto de partida para innumerables debates. Para la erudición crítica moderna, sin embargo, este quiebre en la secuencia histórica no es un defecto, sino la prueba de una composición literaria y teológica profundamente intencionada.

El primer indicio de que estamos ante una estructura deliberada nos lo da la propia historia textual del libro. Cuando comparamos el Texto Masorético (la versión hebrea estándar) con la traducción griega más antigua, la Septuaginta (LXX), encontramos diferencias sustanciales. La versión griega presenta un orden distinto y es significativamente más corta, lo que demuestra que el libro circuló en diferentes formas antes de alcanzar su estado final. Esto refuerza la conclusión de que el orden que conocemos hoy no es accidental, sino el producto de una cuidadosa y tardía labor editorial.

El consenso académico, representado por figuras canónicas como John J. Collins y Lester L. Grabbe, aborda esta cuestión desde la perspectiva de la historia de la redacción (Redaktionsgeschichte). Se reconoce que el libro de Daniel no fue escrito de una sola vez por un único autor, sino que es el resultado de un complejo proceso editorial que culminó en el siglo II a.e.c., en medio de la terrible crisis provocada por la persecución del rey seléucida Antíoco IV Epífanes. El redactor final, o grupo de redactores, no se limitó a compilar tradiciones antiguas; las organizó, las reinterpretó y las estructuró con una finalidad teológica muy precisa: ofrecer un mensaje de esperanza y resistencia a una comunidad bajo asedio. En este proyecto, la cronología histórica se convierte en una herramienta flexible, subordinada a un propósito teológico superior.

Por tanto, nuestra hipótesis de trabajo es que la dislocación cronológica de Belsasar es un recurso literario deliberado que cumple dos funciones fundamentales e interconectadas:

  1. A nivel estructural, la posición de estos capítulos es indispensable para completar la sofisticada arquitectura literaria de la sección central del libro.

  2. A nivel teológico, este flashback narrativo sirve para anclar la revelación del destino final de los imperios en un momento anterior a la caída del primero de ellos, subrayando así la soberanía absoluta de Dios sobre la historia.

La Arquitectura Secreta de Daniel: El Quiasmo que Explica el 'Desorden' (Caps. 2-7)

El argumento más decisivo para explicar la posición de los capítulos 7 y 8, y por tanto la reaparición de Belsasar, no es histórico, sino literario. La composición del libro de Daniel revela un diseño extraordinariamente deliberado que prioriza la simetría temática y la progresión teológica por encima de una secuencia cronológica estricta. Para entenderlo, debemos analizar dos claves de su arquitectura: la división lingüística y la estructura quiástica.

La División Lingüística como Frontera Redaccional

Una primera pista de la compleja composición del libro es su bilingüismo. El libro de Daniel está escrito en dos lenguas diferentes:

  • Hebreo: Capítulos 1:1–2:4a y toda la sección de los capítulos 8 al 12.

  • Arameo: Capítulos 2:4b–7:28.

Esta división no es aleatoria. La sección central en arameo es ampliamente reconocida por los especialistas como una unidad literaria coherente, que posiblemente tuvo una historia de composición y una audiencia distintas antes de ser integrada en el libro final. El arameo era la lingua franca del Imperio Persa y del mundo del Antiguo Cercano Oriente, lo que sugiere que esta sección podría haber tenido una orientación más "internacional" o dirigida al mundo imperial. El hebreo, en cambio, como lengua sagrada de la Torá y los Profetas, se reservaría para una comunicación más interna, dirigida específicamente a la comunidad judía. La estructura de todo el libro pivota en torno a esta gran sección aramea, cuyo final, el capítulo 7, es absolutamente crucial.

“La lengua aramea de Daniel no implica que el texto estuviera destinado a una audiencia no judía, sino que refleja el uso funcional de una lengua vehicular común en la diáspora babilónica y persa. Las narrativas arameas abordan cuestiones de convivencia, lealtad al Dios de Israel y testimonio en contextos imperiales; mientras que las visiones hebreas presuponen una intensificación del conflicto escatológico interno que requiere un lenguaje más sacralizado y restringido.”

— Adaptado de Collins, Daniel, Hermeneia (1993), pp. 22–25

La Estructura Quiástica de Daniel 2–7

La sección aramea (capítulos 2–7) no es una simple colección de relatos, sino que está organizada según una estructura quiástica. Un quiasmo (del griego khiasmós, "cruzado") es un recurso retórico muy común en la literatura semítica, donde las ideas se presentan en un orden (A, B, C) y luego se repiten en orden inverso (C', B', A'). Esta estructura en espejo sirve para enfatizar el mensaje central, que se encuentra en el punto de inflexión.

La reconstrucción de este quiasmo en Daniel 2–7, demostrada con maestría por el erudito John J. Collins, es la clave para resolver nuestro enigma cronológico. La estructura es la siguiente:

  • A (Cap. 2): Visión de cuatro reinos (representados por una estatua) y el establecimiento final del Reino eterno de Dios.

    • B (Cap. 3): Los siervos de Dios (Sadrac, Mesac y Abednego) son rescatados de una prueba de fuego, desafiando la idolatría impuesta por un rey.

      • C (Cap. 4): Juicio sobre la arrogancia de un rey gentil (Nabucodonosor), quien es humillado y luego reconoce al Dios de Israel.

      • C' (Cap. 5): Juicio sobre la arrogancia y blasfemia de un rey gentil (Belsasar), quien es juzgado y cuyo reino es aniquilado.

    • B' (Cap. 6): El siervo de Dios (Daniel) es rescatado de una prueba mortal (el foso de los leones), desafiando un decreto real.

  • A' (Cap. 7): Visión de cuatro reinos (representados por bestias) y el establecimiento final del Reino eterno de Dios, entregado a "uno como un hijo de hombre".

Esta arquitectura elegante y simétrica revela que el capítulo 7 no es un apéndice anacrónico, sino el clímax teológico y la contraparte directa del capítulo 2. Para que esta simetría funcione a la perfección, su posición al final de la sección aramea es estructuralmente indispensable. El redactor final, en un acto de genialidad editorial, subordinó conscientemente la cronología al arte literario y al imperativo teológico.

Por lo tanto, la datación de la visión en "el primer año de Belsasar" (Daniel 7:1) es un flashback intencional. Ancla la visión culminante del libro en el mismo reinado que representa el cénit de la arrogancia imperial (capítulo 5), creando una poderosa resonancia temática interna y completando una de las estructuras literarias más sofisticadas de toda la Biblia. La complejidad de la composición y transmisión de estos textos antiguos es un campo de estudio fascinante, y si desean profundizar, pueden consultar nuestro artículo sobre qué nos revelan los antiguos manuscritos sobre la Biblia que leemos hoy.

De la Duda a la Tablilla de Arcilla: ¿Quién Fue el Belsasar Histórico?

Durante siglos, la figura de Belsasar fue uno de los principales puntos de ataque de la crítica histórica contra el libro de Daniel. La razón era simple: los historiadores griegos más importantes, como Heródoto y Jenofonte, quienes escribieron sobre la caída de Babilonia, identificaban a Nabonido (en acadio: Nabû-naʾid) como el último rey del Imperio Neobabilónico. No hacían mención alguna de un rey llamado Belsasar. Esto llevó a muchos eruditos de los siglos XVIII y XIX a concluir, de manera bastante lógica para la época, que Belsasar era una invención literaria, un personaje ficticio o, en el mejor de los casos, un error histórico del autor de Daniel.

Sin embargo, el avance de la arqueología mesopotámica en los siglos XIX y XX no solo silenció esta crítica, sino que la revirtió de manera espectacular, confirmando la asombrosa precisión de la memoria histórica conservada en el libro de Daniel. El desciframiento de la escritura cuneiforme trajo a la luz miles de documentos babilónicos, y entre ellos, varias fuentes resolvieron el "enigma de Belsasar" de forma definitiva.

Las dos piezas clave de este rompecabezas son la Crónica de Nabonido y los Cilindros de Nabonido, encontrados en las antiguas ciudades de Ur y Sippar. Estos textos, escritos en acadio sobre tablillas y cilindros de arcilla, nos revelan lo siguiente:

  1. Confirmación de su Existencia e Identidad: Los textos cuneiformes nombran repetidamente a Bēl-šar-uṣur (que significa "Oh Bel, protege al rey"), la forma original de Belsasar. Se le identifica inequívocamente como el hijo primogénito (māru rēštû) del rey Nabonido.

  2. Aclaración de su Rol Político: Como ha documentado exhaustivamente el asiriólogo Paul-Alain Beaulieu, el rey Nabonido pasó aproximadamente una década de su reinado fuera de la capital, en el remoto oasis de Tayma, en Arabia. Durante esta prolongada ausencia, delegó la regencia y el poder efectivo en Babilonia a su hijo Belsasar. Esto significa que, en la práctica, Belsasar ejercía la realeza (šarrūtu) y gobernaba en la capital, aunque su padre conservaba el título principal de "rey".

BM 35382 Tablilla cuneiforme, explicación por el profesor Yamid Jurado director de la página de estudios académicos de la biblia Ciencia Bíblica.
La Crónica de Nabonido (BM 35382), tablilla de arcilla del período neobabilónico. Este artefacto, hoy en el Museo Británico, fue crucial para resolver el "misterio de Belsasar", al describir el reinado de Nabonido y confirmar el rol central que su hijo Belsasar desempeñó en Babilonia.


Esta realidad histórica ilumina de forma precisa un detalle del texto bíblico que antes parecía inexplicable. En Daniel 5:16, en medio del banquete, Belsasar ofrece a Daniel el cargo de "tercer gobernante en el reino" (en arameo: תַּלְתָּא בְמַלְכוּתָא, taltā bĕmalkûtā). ¿Por qué el tercero y no el segundo? La respuesta ahora es evidente: Nabonido era el primer gobernante (el rey titular), Belsasar mismo era el segundo (el regente con poder real), y el siguiente puesto más alto en la jerarquía del imperio era, lógicamente, el tercero.

Este detalle, que antes era una extrañeza, se convierte en una prueba de una precisión histórica asombrosa. Eruditos como A. R. Millard han subrayado cómo estos pormenores sugieren que el autor de Daniel, incluso escribiendo en el siglo II a.e.c., tenía acceso a tradiciones orales o escritas de una fidelidad histórica notable, información que, irónicamente, ya se había perdido para los grandes historiadores griegos. Así, la arqueología no solo validó la existencia de Belsasar, sino que nos permitió apreciar la profundidad histórica que subyace a la narrativa bíblica. Para una visión más amplia del marco de poder en Mesopotamia, puede resultar útil nuestro análisis sobre El Poder en la Babilonia Antigua y el Código de Hammurabi.

El Juicio Decretado: Belsasar como Símbolo y la Soberanía de Dios sobre la Historia

Una vez que hemos comprendido que la estructura del libro de Daniel es una decisión literaria deliberada y que Belsasar es una figura histórica precisa, la pregunta final y más importante es: ¿por qué? ¿Por qué el redactor del siglo II a.e.c. utilizó esta compleja estructura de flashback? La respuesta nos lleva al corazón mismo del propósito de la literatura apocalíptica judía: ser una teología de la resistencia para tiempos de crisis.

Belsasar como Typos de Antíoco IV Epífanes

Para el redactor final del libro, que escribe bajo la brutal persecución del rey seléucida Antíoco IV Epífanes, Belsasar no es simplemente un personaje del pasado; es un arquetipo, un typos (en griego, "modelo" o "símbolo"). Belsasar encarna al gobernante pagano, impío y arrogante que se atreve a profanar lo sagrado. Su acto de beber vino en los vasos sagrados del Templo de Jerusalén (Daniel 5:2-4) es un acto de blasfemia que prefigura directamente la profanación mucho mayor cometida por Antíoco IV, quien saqueó el Templo, prohibió el judaísmo e instaló un altar a Zeus en el lugar más sagrado.

El juicio fulminante sobre Belsasar, encapsulado en la misteriosa escritura en la pared —mĕnē, mĕnē, tĕqēl, ûparsîn ("contado, contado, pesado y dividido")—, cuyo reino es pesado, hallado falto y entregado a otros (Daniel 5:25-28), funciona como un modelo profético. Es una profecía velada del juicio inminente que caerá sobre el verdadero objetivo polémico del libro: Antíoco IV. El mensaje para la comunidad perseguida es claro: así como Dios juzgó al arrogante rey de Babilonia, así también juzgará al tirano actual.

La Soberanía de Dios sobre la Historia

Aquí es donde la estructura "anacrónica" revela toda su potencia teológica. Al situar las visiones de los capítulos 7 y 8 —que detallan la sucesión de los imperios (Babilonia, Media, Persia y Grecia) y la emergencia del aterrador "cuerno pequeño" (símbolo de Antíoco IV)— durante el reinado de Belsasar, el autor realiza una afirmación teológica radical.

Comunica a su audiencia, que sufre en el presente, que Dios no está reaccionando a la crisis; la tiene bajo su control soberano desde el principio. Antes de que el primer gran imperio, Babilonia, hubiera caído, Dios ya le había revelado a su profeta el destino de todos los poderes mundanos hasta el final. La victoria definitiva de su propio Reino, entregado a "uno como un hijo de hombre" (Daniel 7:13-14), no es una esperanza incierta, sino un decreto divino preestablecido.

Esta visión retrospectiva de la historia, vista sub specie aeternitatis ("desde la perspectiva de la eternidad"), otorga un inmenso consuelo y fortalece la resistencia. Asegura a los fieles que el tirano que los oprime no es una aberración incontrolable ni una señal del abandono de Dios. Al contrario, es simplemente una de las bestias pasajeras, una figura cuyo surgimiento, arrogancia y caída ya estaban previstos y decretados en el plan divino. La historia no es un caos sin sentido, sino el escenario donde se despliega la soberanía inquebrantable de Dios. Esta compleja interacción teológica con los imperios dominantes es un tema recurrente en la literatura judía, como puede explorarse en nuestro análisis sobre la posible influencia persa en el judaísmo post-exílico a través de nuestro artículo Secretos Persas en la Biblia: ¿Cuánto Debe el Judaísmo a Zoroastro?.

Conclusión: Cuando la Teología Escribe la Historia

Llegamos así al final de nuestro análisis, y ahora podemos ver cómo las piezas del "enigma de Belsasar" encajan para revelar una obra de una sofisticación literaria y una profundidad teológica extraordinarias. La presencia del rey Belsasar en los capítulos 7 y 8 del libro de Daniel, lejos de ser una contradicción que comprometa la fiabilidad del texto, es un rasgo de genialidad editorial.

La solución al problema inicial se sintetiza en tres niveles de análisis que hemos explorado y que deben entenderse de manera interconectada:

  1. Orden Literario sobre Orden Cronológico: Hemos demostrado que el libro de Daniel no sigue una secuencia histórica estricta, sino una arquitectura temática y quiástica, especialmente en su sección aramea (capítulos 2–7). Esta estructura en espejo exige la colocación del capítulo 7 como el clímax y la contraparte del capítulo 2. Por lo tanto, los capítulos 7 y 8 son flashbacks deliberados y estructuralmente necesarios para la integridad artística y teológica de la obra.

  2. Precisión Histórica sobre Duda Crítica: Vimos cómo la figura de Belsasar como regente de Babilonia, que durante siglos fue considerada un error, ha sido sólidamente confirmada por la arqueología cuneiforme. Esto demuestra que el libro, aunque finalizado en el siglo II a.e.c., se basa en tradiciones históricas de notable fiabilidad que sobrevivieron a través de los siglos, un hecho que subraya la complejidad de sus fuentes.

  3. Propósito Teológico sobre Crónica Factual: Finalmente, entendimos que el redactor del siglo II utilizó la figura histórica de Belsasar como un typos o arquetipo del juicio divino sobre la arrogancia imperial. Al situar las visiones clave sobre el futuro en el reinado de Belsasar, el autor afirmó la soberanía absoluta de Dios sobre toda la historia. El mensaje para su comunidad era claro y poderoso: el tirano que los oprimía (Antíoco IV) no era más que el cumplimiento de un plan que Dios ya había revelado y decretado mucho tiempo atrás.

En definitiva, la pregunta inicial sobre el orden del texto nos obliga a trascender una lectura superficial y a apreciar el libro de Daniel como lo que realmente es: una obra maestra de la literatura apocalíptica, donde la historia no es un fin en sí misma, sino el lienzo sobre el cual se pinta una profunda teología de la resistencia, la esperanza y la inquebrantable soberanía divina.

Epílogo Hermenéutico: Belsasar y la Configuración Apocalíptica del Tiempo

La manipulación de la cronología en el libro de Daniel no es un mero artificio literario, sino una profunda declaración hermenéutica sobre la naturaleza del tiempo mismo. La literatura apocalíptica no opera dentro del tiempo lineal y secuencial (chronos) de la historiografía convencional; lo reestructura en un "tiempo teológico". Como ha señalado el erudito Paul D. Hanson, la visión apocalíptica es inherentemente una empresa de construcción de mundos simbólicos donde el orden divino se impone sobre el caos de la experiencia histórica. El tiempo se convierte en un vehículo para la revelación, no en un contenedor pasivo de eventos.

Al situar la visión del fin en medio del principio, el redactor de Daniel efectúa un colapso del tiempo histórico en un kairos mesiánico: un momento cargado de significado decisivo. El "ya" del juicio decretado sobre Belsasar y el "todavía no" de su plena ejecución a lo largo de la historia de los imperios se fusionan en la visión del profeta. Esta concepción del tiempo como el campo de la intervención divina, donde el fin está presente en el ahora, es una de las contribuciones más perdurables del pensamiento apocalíptico. Belsasar, por tanto, no es solo un personaje en el tiempo; es el pivote de una sofisticada meditación sobre el arte divino de gobernar el tiempo mismo.

Lecturas Recomendadas para Profundizar

Este análisis ha recorrido la compleja intersección de la historia, la literatura y la teología en el libro de Daniel. Para aquellos que deseen investigar más a fondo por su cuenta, les recomiendo sinceramente algunas obras académicas clave que son fundamentales para el estudio crítico de este libro:

  • Collins, John J. (1993). Daniel: A Commentary on the Book of Daniel. Hermeneia. Minneapolis: Fortress Press. Considerado el comentario académico de referencia sobre Daniel, es exhaustivo y fundamental.

  • Beaulieu, Paul-Alain (1989). The Reign of Nabonidus, King of Babylon, 556-539 B.C. Yale Near Eastern Researches 10. New Haven: Yale University Press. El estudio definitivo sobre el reinado de Nabonido y el rol histórico de Belsasar.

  • Hanson, Paul D. (1975). The Dawn of Apocalyptic: The Historical and Sociological Roots of Jewish Apocalyptic Eschatology. Philadelphia: Fortress Press. Una obra clásica para entender los orígenes y la función de la literatura apocalíptica.

  • Newsom, Carol A. & Brennan W. Breed, eds. (2014). The Oxford Handbook of the Book of Daniel. Oxford: Oxford University Press. Una colección de ensayos de varios especialistas que cubre todos los aspectos del estudio moderno del libro de Daniel.

  • Segal, Michael (2016). Dreams, Puzzles, and Tales: The Stories of the Aramaic Daniel. BZAW 467. Berlin: De Gruyter. Un análisis más reciente centrado en la sección aramea y sus narrativas.

Espero que estas pistas les sean de utilidad en su propio camino de estudio. Recuerden que la investigación seria es un diálogo constante con las fuentes y con otros investigadores.

Llegamos así al final de este detallado análisis sobre el enigma de Belsasar. Les agradezco de corazón su tiempo, su paciencia y su confianza al acompañarme en este recorrido que nos ha llevado desde la crítica textual hasta la arqueología cuneiforme y la teología apocalíptica. Reconozco que estos temas pueden ser densos, pero desentrañarlos nos permite apreciar la increíble profundidad y el genio literario de los textos bíblicos. Recuerden que no exploran estas complejidades en un espacio huérfano; mi compromiso como investigador es constante. Mientras tenga la salud y los conocimientos, estaré aquí para guiarles y aprender juntos. Si desean saber más sobre mi proyecto general y mi trayectoria, pueden visitar la sección Quién Soy. Sus comentarios, dudas o aportes son, como siempre, el alma de esta comunidad. ¡Sigamos descubriendo juntos!

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